No es un juego suma cero
17-02-2019 - Staff Pixelatl
No es un juego suma cero
| Bitácora | Filosofía |
En México nos tiramos demasiada mierda unos a otros. Empezando por los actores políticos y sociales que últimamente parecen querer perpetuar la polarización en nuestra sociedad, y también por las redes sociales donde la rudeza y el insulto son el pan cotidiano: no diálogo y discusión, sino descalificación.
Hay que decir que la práctica de desacreditar al otro no es algo nuevo en nuestra sociedad, y que también ha estado muy presente en nuestra industria. Por ejemplo: son frecuentes las supuestas críticas a una película o trabajo de un colega, que se vierten en tono ácido y mordaz, pero sin argumentos; o las opiniones personales (y apreciaciones subjetivas) que se esgrimen como si fueran verdades técnicas incontrovertibles para descalificar su trabajo -y en algunos casos se enuncian como pruebas, aunque no lo sean, de que “hay gato encerrado”. Si se analizan un poco ese tipo de críticas, es evidente que responden más a prejuicios que a realidades.
Es cierto que también hay críticas sustentadas, motivadas y bien argumentadas (todo trabajo es perfectible y, honestamente, como industria nos hace falta mucho camino por avanzar), pero aún en muchos de esos casos donde hay razones atendibles, lo que destilan las palabras es saña... como si el verdadero problema estuviera en otro lado: no en las fallas del trabajo que se critica, sino en algún agravio personal que, por alguna razón, siente el que enarbola el comentario.
Buscando el fondo del asunto
Tengo una hipótesis sobre lo que está en el fondo de esta tendencia a descalificar al otro. Creo que tenemos arraigada la idea equivocada de que el mundo es un “juego de suma cero”, donde el beneficio de uno significa la pérdida del otro.
Obviamente hay situaciones que así son en la vida (por ejemplo, cuando dos estudios compiten por un solo contrato: uno lo obtiene y el otro no). El problema es que somos incapaces de ver que el mercado y la sociedad (y la vida en general) no son binarios, es decir, no hay sólo dos resultados posibles. No son “juego suma cero”.
Entre los políticos es más frecuente esta creencia de que cuando su adversario tiene un logro se corre el peligro de desaparecer, y por eso ni cooperar ni reconocer las cosas buenas que hace el otro. Y sin embargo en un entorno más o menos democrático, ningún grupo gana para siempre y nadie pierde para siempre (también el factor tiempo está presente en la ecuación). Y es que la competencia no se agota en una elección, sino que es continua, y cooperar cuando hay coincidencias programáticas no sólo templa el entorno social, sino que puede generar simpatías en la base opositora (y eventuales cambios de preferencias).
Obviamente este principio no aplica en un régimen tiránico, donde el dictador busca literalmente exterminar a sus opositores, o al menos descalificarlos de la contienda: presentarlos como enemigos de la nación para que ésta se mantenga polarizada contra ellos (y aquí todos los bandos han pecado: del “peligro para México” a “la mafia del poder”). Pero cuando se intenta destruir a la competencia, es porque se duda de las propias capacidades frente al adversario talentoso o poderoso, (y se teme que no va a jugar limpio). Si así se actúa desde el poder, de lo que se duda es de la legitimidad propia.
Quizá ahí está la raíz del paradigma equivocado que tanto afecta a nuestra sociedad (y por ende a nuestra industria), pues en México vivimos hasta fines del siglo pasado en un régimen autoritario donde los adversarios buscaban exterminarse mutuamente (en algunas épocas esto fue literal, como en la llamada “guerra sucia” de los 1970’s).
Y ese sistema autoritario tenía su contraparte en una economía semicerrada con monopolios y negocios cuya viabilidad dependió siempre del favor del gobierno autoritario, por lo que no aprendimos a competir de manera sana. Crecimos en un mercado deformado donde se buscaba el contacto y simpatía del poderoso, y donde el ganador siempre intentaba avasallar a su competencia para prevalecer: cooptarlos o exterminarlos -replicando el modelo político.
El caso es que estamos en un círculo vicioso en el que todos replican malas prácticas buscando ganar a como dé lugar, temerosos de que los otros harán lo mismo (con trampas o cosas peores). O para ponerlo en términos personales: que al otro le vaya bien es una amenaza para mí, entonces voy a hacer todo por resaltar los defectos o problemas del otro, descalificándolo a como dé lugar, esperando que así yo pueda prevalecer.
¿Hay salida de este laberinto?
En realidad, la vida y el mercado y la industria y la profesión propia y el desarrollo personal no son “juegos suma cero”. Está demostrado matemáticamente que, cuando se trata de sistemas más complejos que una partida de ajedrez, los factores crecen o decrecen más allá del cero.
Por ejemplo: todo sistema tiránico que destruye a la competencia termina por colapsar la economía y la sociedad -lo estamos viendo en Venezuela-. Por el contrario: cuando se compite con reglas más o menos democráticas, crece la riqueza de todo el sistema y también las oportunidades para todos, de modo que aun los que pierden ganan un poco.
En términos de mercado: si más empresas compiten legítimamente por ganar audiencia, entonces hacen más y mejores cosas -y abaratan sus costos-, y más allá de quien obtiene el mayor raiting, la cantidad de gente que consume contenidos aumenta (es decir: aumenta el mercado), y es mayor la ganancia global de todo el sistema. Esto no es ideológico: está sustentado a nivel matemático y en múltiples casos prácticos y experiencias reales.
Un ejemplo desde nuestra industria: cuando un estudio logra un contrato internacional de manera legítima -sin bluffear- y puede cumplirlo satisfactoriamente para el cliente, crece la confianza en todos los creadores de nuestro país, y vienen más empresas a contratar servicios. Y aquí ya nos sustentamos en experiencias reales que estamos documentando.
Hay incluso casos donde, tras competir por un contrato, el ganador termina pidiendo ayuda a su competencia para poder responder a tiempo y con calidad… y hasta llega a recomendarlos cuando no puede tomar nuevos contratos. Esto ya está pasando en México, a pesar de que en nuestro mercado aún son muchos los que no saben competir y mantienen las prácticas anticompetitivas que heredamos. La premisa es comprender que, el hecho de que alguien gane un contrato en un momento determinado, no significa que los demás vayamos a desaparecer.
En Pixelatl creemos que el camino para transformar el entorno es la comunidad, donde unos a otros seamos capaces de miramos como iguales y competir reconociendo el talento de nuestros competidores. Eso no implica aceptar las malas prácticas de los que no saben competir (al contrario, hay que enfrentarlas de modo claro) y tampoco destierra de golpe la amenaza que todos podemos sentir frente a nuestros competidores, por el paradigma de desconfianza en que crecimos -y el contexto más amplio en que vivimos.
Pero frente al talento -y los éxitos legítimos- de otros, conviene recordar que en realidad su buen trabajo abre oportunidades a toda la industria, y aunque perdamos un contrato en un momento determinado, nuestros competidores de ahora son nuestros potenciales socios de mañana, y a la vuelta de la esquina seguramente estaremos colaborando.