La actitud sí hace diferencia

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Son momentos difíciles y todos en mayor o menor medida padecemos la agresión de otros y las palabras cargadas de resentimiento que no hacen sino crecer el malestar social.

Y hay un ánimo tóxico en las redes, en los grupos y en el ambiente en general. Una hipersensibilidad y un encono exagerado que parece sólo complicarlo todo.

A ese ambiente podemos agregar nuestras propias frustraciones, nuestras quejas y desengaños: porque los demás no son lo que deberían, porque no obtenemos lo que merecemos, porque todo es injusto y por eso fracasamos.

Pero también podemos tratar de no engancharnos, de hacer algo distinto, de enfocarnos en lo que depende de nosotros.

No pretendo decir que eso va a cambiar todo. Hay que empezar por saber que nuestro ámbito de influencia es limitado, así como nuestros recursos y nuestras capacidades. Y no pretender que basta nuestro esfuerzo para lograr el éxito que imaginamos y que, en realidad, depende también de muchos factores ajenos a nosotros.

Pero es necesario reconocer que nuestra actitud y nuestro trabajo sí construyen diferencia. Quizá no modifican la dirección del mundo, pero sí cambian algo –a nosotros. Pero también a los próximos.

Porque hacer las cosas bien, con humildad y buscando mejorar cada vez, impacta también en el ánimo de los que están a nuestro alcance. Y eso abre nuevas puertas.

El mayor recurso que tenemos no es nuestro talento ni nuestra creatividad ni nuestras capacidades. Son los demás. Y hay muchas personas que son bien intencionadas y que se esfuerzan día a día por perseguir sus sueños con esfuerzo y trabajo. Y si nos ayudamos tendremos más posibilidades.

No es una fórmula mágica, sino una cuestión aritmética: los recursos y capacidades se multiplican y entonces nuestros alcances crecen.

Y así es como podemos volver a encantar el mundo. Juntos.